Corre hacia mí cuando está herido.
Corre hacia mí cuando está orgulloso. O molesto. Frustrado. Incluso eufórico…
Él corre hacia mí por todo.
Cuando el mundo se siente mal y necesita orientación, recurre a mí.
Cuando los días lo sacuden hasta la médula y siente que su mundo gira en espiral, busca a su mamá.
Soy su roca. Su fundación.
Lo levanto. Mi abrazo hace que las cosas sean mejores.
Por primera vez en mi vida, mi existencia se siente vital. Mis hijos necesitan a su mamá, más de lo que nunca pensé que alguien me necesitaría a mí. Más de lo que implica la palabra «necesidad».
En un mundo lleno que está tan ocupado, tan distraído y tan agotador, mi hijo corre hacia mí.
Y todos los días recuerdo la bendición que es ser mamá. Ser su mamá. Debido a todas las personas a las que podría acudir, me elige a mí.
Celeste Yvonne //